viernes, 24 de abril de 2009

Algunas respuestas para preguntas retóricas


I. MSN o cualquier chat

¿Por qué es más fácil conversar virtualmente que cara a cara?
Es menos lo que se compromete, menos lo que se pone en juego cuando no hay que mirar a los ojos al otro para decirle lo que pienso: ¿es más fácil expresar sentimientos nobles virtualmente que frente a frente? ¿nos animamos a decir mucho más escondidos tras la pantalla? Y peor aún, en algunos casos: ¿es más fácil ser falso o hipócrita online que cara a cara? ¿O es que tenemos más tiempo para pensar una respuesta antes de darla o, en vez de decir nuestra opinión si algo nos disgusta, resulta más fácil cerrar una ventana de conversación?

¿Qué significa estar “conectado”? ¿Estar más cerca?
Conectados, pero aislados; porque en definitiva esta tecnología nos acerca, cuando a la vez nos aleja: nos puede acercar a los que están lejos desde un punto geográfico, pero nos distancia de quien tenemos al lado y, sin darnos cuenta, paulatinamente, vamos perdiendo la capacidad de hablar mirándonos a los ojos.
Nos aleja, también, porque los espacios de encuentro se ven reducidos por nuestra contemporánea falta de tiempo, por la cantidad de actividades de las que indefectiblemente formamos parte y es allí donde estos “no-lugares” virtuales (alusión a
Marc Augé, de quién hablaré próximamente) que conforman los ciber-espacios vienen a suplir la necesidad de relacionarnos, aunque sea de un modo distinto al de la realidad.

¿Por qué necesitamos sentir que estamos “conectados”?
La necesidad ES estar conectados, como si fuera una sensación que se percibe en el éter: “estoy conectado”. ¿Conectado a qué? ¿a quién? A otros que como yo están haciendo otras cosas mientras dejaron la pc encendida y la sesión de Msn iniciada, están online simplemente por las dudas, por si justo aparece alguien que me quiera hablar, o por si aparece alguien que yo quiera saludar, porque si no aparece online para qué saludarlo ¿no? Es decir: nos “conectamos” para “comunicarnos” si alguien ESTÁ ahí, sino, si nunca está, nunca se conecta, no coincide en los horarios que yo me conecto, o simplemente no tiene cuenta... ¿entonces? No nos conectamos, no nos comunicamos; y como yo uso este método si vos no lo usás, entonces, te pierdo el rastro, pasa el tiempo, nos dejamos de hablar porque NO HAY tiempo para otro modo de comunicarnos y listo... un amigo menos, un primo que veo sólo en los cumpleaños, etc., etc... Todo termina reduciéndose a un vínculo que se mantiene sólo a través de la conexión virtual. Claro que, gracias a Dios, no son todos los casos así, pero
no neguemos que uno de los efectos de usar la tecnología de esta manera es que las relaciones, tarde o temprano, se irán deteriorando.


Peor aún: Y si estoy, pero con la opción “No conectado” ¿es porque no quiero que me molesten para conversar?
Pero ojo, ¡que igual estoy! Y si no quiero que me molesten porqué, por ejemplo, estoy concentrado en el trabajo, igual me quedo ahí... ¿Pero se preguntaron porqué lo hacemos? Ah!!!! Porque de alguna manera, en nuestro ansioso y desconsolado corazón invadido por la incertidumbre posmoderna sentimos esa sensación de que igual, aunque no estemos, ESTAMOS!